El mundo de Leiban

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El mundo de Leiban

El mundo de Leiban

Leiban Carrión tiene 9 años, le gusta aprender idiomas, andar en bicicleta y pasar tiempo con sus hermanos. El apoyo de su madre ha sido fundamental para que ahora sea un estudiante destacado.

Gran parte de los días de Leiban transcurren frente a su pizarrón. Ahí practica las matemáticas, la ortografía, la caligrafía y todo lo que aprende en el quinto año de educación básica, de la Escuela Fiscal Libertador Bolívar, donde estudia. La tarde que nuestro equipo visitó su casa, primero, se mostró como un niño un poco tímido.

En la televisión de la sala, veía dibujos animados, mientras su madre, Johana Díaz, nos comentaba que, para él, ha sido difícil adaptarse a la educación virtual. Y estaba siendo aún más complicado, en ese momento, porque su escuela había vuelto a la virtualidad, por remodelación de las instalaciones.

Así, los estudiantes recibían clases presenciales solo una vez a la semana, en las instalaciones de la casa comunal de Chongón, parroquia de Guayaquil ubicada Vía a la Costa. En ese mismo sector vive Leiban y también se encuentra la escuela Libertador Bolívar.  

Ese sábado por la tarde, acompañaba a nuestro equipo Julieta García, Profesional de Enseña Ecuador (PEC) y maestra de Leiban. “Yo les digo a mis niños que me pueden contar todo a mí, que yo soy como la gallina y ellos son mis pollitos”, decía Julieta. Para ella, lo más importante es crear espacios seguros para que los estudiantes puedan desarrollarse y aprender.

Entre frutas y letras

A la miss Julieta le gusta conocer la realidad de sus estudiantes, y suele decir que es gracias a su buena retentiva que puede relacionarse con el entorno que le rodea. Por ejemplo, de Chongón conoce que está poblado por muchos de los trabajadores de las exportadoras de mangos, que abundan en el sector y, donde precisamente Johana, mamá de Leiban, trabajó por más de 10 años.

“Empecé desde lo más bajo, que era el manejo de las frutas y terminé siendo asistente del sistema de cómputo”, recordó Johana. Ella también conoce de cerca cómo funciona esa industria, que se activa solo en la temporada alta de producción de mangos, y que paga poco a los jornaleros que emplea.

Por su mamá, Johana aprendió a trabajar duro y desde muy joven, pero por sus hijos, entendió que la educación es lo más importante. Por eso, hace unos años, dejó su trabajo en la exportadora de mangos para dedicarle más tiempo a Leiban, el último de sus tres hijos.

A los dos mayores solía llevarlos a la exportadora, los domingos, para que vean lo difíciles que eran las jornadas y motivarlos a estudiar, poniéndoles de ejemplo al ingeniero en sistemas que trabajaba allí, menos horas, y ganaba más que todos, porque era profesional.

Ahora, el primero de sus hijos está a punto de graduarse de una ingeniería y el segundo ha hecho una carrera como futbolista. Ambos son muy unidos a Leiban y, principalmente, el mayor de todos le ayuda a practicar inglés, porque al pequeño le gustan los idiomas. Su nuevo reto es aprender italiano.

En dos años de pandemia, los niños han generado un vínculo con el celular. Eso tiene que cambiar, porque es en esta etapa donde se aprende a hacer amigos”, Julieta García, docente, Profesional de Enseña Ecuador.

Una familia amorosa

Con el transcurrir de la tarde, Leiban dejó poco a poco la timidez y, junto a su maestra, se animó a mostrarnos sus cuadernos y a leer un cuento frente a la cámara. “Como te he dicho para que te salga la voz”, le recomendaba su madre, con tono cariñoso.

Junto al pizarrón de Leiban, había un escritorio con una computadora y muy cerca, una mesa con la máquina de coser y los instrumentos, que Johana utiliza para hacer las prendas de vestir que le encargan, pues luego de que dejó su trabajo en la exportadora de mangos, decidió dedicarse a la costura. Cuando ella nos mostraba su espacio, Leiban se apresuraba, acomodando un cojín en una silla, para que su mamá se sentara.  

 

Ambos son muy unidos y cuando él tiene clases presenciales, en la jornada vespertina, Johana lo acompaña. Como el transporte público no pasa por su calle, deben caminar 3 cuadras, hasta una plaza y tomar una moto taxi que los lleva hasta la avenida principal, donde está la escuela. De regreso, recorren el mismo trayecto.

Esta parroquia urbana en expansión, según la experiencia de Julieta, está marcada por la deserción escolar y la falta de cuidados de los padres hacia sus hijos. En su escuela hay 704 estudiantes de primero a 7mo grado y, en su aula, de 40 inscritos van solo 25. A pocas cuadras de la casa de Leiban, hace un tiempo llegaron los servicios sociales para llevarse a dos hermanas que sufrían de maltrato, comentó la maestra, quien proviene de una familia de educadoras, en la que la generosidad y el amor siempre estuvieron presentes.

Por esto, para Julieta era importante que la historia de Leiban se conozca. Que la gente vea el esfuerzo con el que Johana y su esposo han construido su casa en la que viven; el cariño con el que madre e hijo se abrazaban junto al árbol frutal que está creciendo en el patio y que es de Leiban; la sonrisa del pequeño cuando dice que le gustan las canciones de Rauw Alejando, un cantante de música urbana; y, sobre todo, las ganas que tiene toda la familia de ser cada día mejor.

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